I Jornadas sobre despoblación

Más de un centenar de profesionales y personas relacionadas con el tema procedentes de diferentes regiones se reunieron en este primer encuentro en el que se abordó el fenómeno de la despoblación desde estrategias para el desarrollo local y asentamiento de nuevos pobladores en áreas rurales. Las Jornadas fueron calificadas por los/as asistentes y ponentes como “éxito rotundo”.

Desde la organización queremos acercaros un resumen del contenido y conclusiones de las mismas.

En las Jornadas se presentaron estudios sobre el fenómeno de la despoblación que aplicaban diferentes escalas de análisis, tanto en lo espacial como en lo temporal: se ha hablado de Europa, de España, de Portugal, de la España interior, de Castilla y León, de Soria, de esta comarca del Valle y del mundo globalizado, y de los movimientos de población entre todos esos espacios y en el interior de los mismos; se ha hablado de tendencias de largo plazo, de las trayectorias históricas que han conformado realidades presentes, de futuro… se han hecho diagnósticos, se ha hablado de políticas frente a la despoblación, de políticas institucionales, de mentalidades… se han hecho aproximaciones al problema desde la geografía, desde la historia, desde la economía, se ha teorizado… se ha hablado de cooperación entre territorios para ganar en eficacias, se han conocido casos y experiencias concretas de emprendedores y de nuevos pobladores…

Se ha hablado mucho, se han abordado infinidad de asuntos, se han contrastado multitud de opiniones y puntos de vista en torno a las estrategias y los caminos a seguir para contribuir a lo que todos (gentes de diferentes procedencias y condiciones) estamos de acuerdo en que es urgente:

• La supervivencia activa de las áreas rurales, lo que simplificando se conoce como “desarrollo rural” o, perfeccionando el concepto, “revitalización socioeconómica de los territorios”.

Partiendo de esa idea “de consenso”, y huyendo de recetas mágicas, daremos aquí una serie de pinceladas, que nos permitan esbozar ese fresco al que cada uno de nosotros podemos añadir luces, sombras y matices, completando ideas que en este balance sólo quedan superficialmente planteadas. Sin citar nombres propios de quienes en estos días de encuentro las han dicho, las dejamos caer recalcando un carácter colectivo, que es el que ha de quedar en el recuerdo de estas Jornadas.

• Partimos constatando que nos encontramos ante un problema “con mayúsculas”: la desaparición de muchos núcleos rurales es irreversible, es cuestión de tiempo, y está en el centro de un círculo vicioso en el que los fenómenos de despoblación y envejecimiento se retroalimentan. Pero, partiendo de esa realidad, hay que huir del lamento y del pesimismo: hay que ser realistas y no pesimistas. Estamos de acuerdo en que la situación del mundo rural no es maravillosa, podemos incluso reconocer que es mala, pero en lugar de recordar con nostalgia “qué verde era mi valle”, podemos decir que es manifiestamente mejorable. Eso tiene un matiz de esperanza y de afirmación.

• Ese carácter afirmativo se puede indicar de diferentes formas, y podrían relacionarse con una idea que en estas Jornadas también ha aparecido: la necesaria “revolución rural”, que se puede expresar mediante varios términos que también se han nombrado y que recorren la misma idea. Hay que buscar:
o Competitividad
o Cambio de actitud
o Fórmulas de productividad que permitan huir de la eterna dependencia de la subvención
o Innovación
o Diversificación, huir de “monocultivos”
o Todo esto se traduce en creatividad, en imaginación: en hacer de cada territorio un lugar con proyectos ilusionantes, con identidad, con proyectos que tengan su marca propia, que se erijan en “algo único”. Hacer real esa “supervivencia activa”.

• Como hemos dicho, hay que evitar la dependencia de la Administración como si ésta fuera “la madre que nos tiene que dar todo”, ni echarle culpa de todos los males, pero eso no significa que no tenga responsabilidades y obligaciones (porque el Estado somos todos y entre todos lo mantenemos). Su función, la función del Estado (y Estado es desde la Administración central hasta la local, pasando por las instancias autonómicas, provinciales y comarcales) debe formularse en términos de eficiencia y mediante mecanismos más ágiles (por ejemplo, y sólo como tal, en las Jornadas se habló, a partir del conocimiento de algún caso concreto, de lo interesante que serían determinados avales ante entidades financieras para respaldo de proyectos que se consideren viables y que éstos puedan acceder fácilmente a créditos), incentivos a empresas que se instalen en áreas “deprimidas”… El Estado, dentro de algo más amplio que el desarrollo rural, como son las políticas demográficas, y en la medida en que interactúan con esa revitalización, tiene el deber de ejecutar medidas que garanticen la sostenibilidad económica, medioambiental y social, con carácter “integral”, que atañen a todas las esferas, y si es bueno que se apoye la conciliación de la vida familiar y laboral (por señalar cuestiones contempladas en algunos documentos, como “libros blancos”, Leyes y Planes, aprobados por algunas instituciones), también será bueno que se entienda que las políticas de apoyo a la natalidad, más allá de las ayudas económicas directas, pasan por no transigir con la precariedad laboral y los despidos baratos, por emprender una política de vivienda realmente social, por controlar los precios del suelo…

• Volviendo a las políticas públicas sobre áreas rurales (y aquí también intervienen los fondos europeos), la asignación de servicios e infraestructuras (entre otros, acceso a nuevas tecnologías), el apoyo a actividades empresariales (industria agroalimentaria, turismo rural…), programas culturales, etcétera, así como una ordenación racional del territorio (reforzamiento del tejido comarcal, descentralización “desde abajo” y con criterios realistas y de eficiencia), son necesarias, pero deben ir unidas a ese “cambio de actitud” por parte de la población, de la sociedad civil, al que antes aludíamos. Y aquí entra un elemento capital: la educación para una mayor libertad y capacidad de decisión del individuo, para la formación de una “masa crítica” capaz de emprender y de innovar.

• Hablando de libertad, cremos que éste es un concepto clave a la hora de plantear cualquier análisis. Los hombres y mujeres deben ser dueños de sus propios destinos, y si por ejemplo deciden emigrar será en ejercicio de ese derecho inalienable. Por desgracia nunca ha sido así, y sigue sin ser así en muchísimos casos (por ejemplo, los inmigrantes que, en ocasiones, pueden volver a dar vida a nuestros pueblos, lo son obligados por esa injusta distribución de la riqueza y de las oportunidades a nivel mundial: y esto es una muestra de que las situaciones globales condicionan realidades locales). Esa libertad sólo puede ser ejercida si la calidad de vida (otro término fundamental) es análoga en el campo y en la ciudad: si vivir en el pueblo significa peores condiciones de vida, la marcha se convierte en una obligación. Los poderes públicos, mediante la asignación de recursos, deben promover la tendencia a la equidad, contribuyendo a limar diferencias entre la sociedad urbana y el mundo rural.

• “Calidad” entra en muchos campos: trabajos cualificados y servicios de calidad están en la base del asentamiento y fijación poblacional. Calidad que facilitará que el inmigrante o el nativo decidan quedarse. Producción de calidad que, por ejemplo, permite asegurar un mercado. En ese aspecto, hay que huir del mito de la cuantificación, de valorar éxitos o fracasos meramente en cifras, engañosas muchas veces (como esos PIB per cápita que nos dicen que en las áreas despobladas la gente es muy rica porque “toca a más”).

• Concluyendo, nos quedamos con cuatro rasgos que desvelan claves para esta revitalización:
o Libertad para irse, para quedarse y para volver.
o Calidad como seña de identidad de la vida en el medio rural.
o Administraciones que promuevan esos valores y que propicien políticas de carácter integral (los problemas locales requieren soluciones globales).
o Generación de una “masa crítica”: imaginación y creatividad par convertir “lo propio” en algo “único”. Apertura e inteligencia para que “eso propio” esté abierto a “otros” que vengan y puedan enriquecerlo.

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